miércoles, 20 de abril de 2011

MI CRÓNICA PERIODÍSTICA

MIS RAÍCES.

Corría el año 1920. El hogar conformado por Blas y Elena, dos humildes campesinos de un pueblito Boyacense era alegrado por la llegada de su primogénito, a quien llamarían Salvador; Salvador como cualquier niño, pasó su niñez entretenida con labores agrícolas y ganaderas. Sus pequeñas espaldas desde temprana edad fueron marcadas por los bultos que a duras penas soportaban  los golpes propinados por su padre quien argumentaba que así lo habían educado a él y que era la forma de hacerlo hombre.

Sus juegos de niñez los constituían los carros que él mismo fabricaba con palos y latas viejas.

Después llegaron sus hermanos Reinaldo, Benjamín, Pedro y Adelina pero no había comida para alimentarlos; luego Salvador fue cedido a sus abuelos paternos. Un rincón oscuro fue asignado para el dormitorio, de su nieto, el cual estaba conformado por una cama en madera rústica (sin pulir). Su colchón lo constituían esteras de juncos, (plantas que crecían en humedales o vallados); se cubrían del frío con cobijas de lana, despojando a sus ovejas de esta.

Su vivienda era una casa pequeña con apenas 3 habitaciones hechas en barro y bahareque, techadas con paja, luces mortecinas entraban por pequeñas ventanas y en la noche se iluminaban con espermas de sebo.

Clementina y Luciano, los abuelos de Salvador consideraron prudente mandarlo a la escuela para que aprendiera a “firmar” lo que logró en menos de un año, ya que fue retirado antes de finalizar la temporada escolar del lugar educativo, porque debía llevar la yunta de bueyes, arar y preparar la tierra para el cultivo.

El mozuelo contaba con 12 años; Clementina y Luciano enfermaron y, al poco tiempo les llegó la muerte “natural”, como se decía en el momento. Fue el primer gran dolor de aquel muchacho, porque comprende que sus padres biológicos lo regalaron; un nudo en la garganta experimenta, la incertidumbre se apodera de él pero…. La vida sigue.

Salvador retorna a su casa paterna, (era casi un desconocido para sus hermanos), pero igual, continúa con la brega diaria, arrancándole a la tierra sus frutos para la subsistencia. A pesar de su corta edad del trabajo duro, Salvador poseía un cuerpo corpulento, fuerte y sobre todo, tenía muchas ganas de progresar a costa del sudor de su frente.

Los únicos momentos de descanso lo constituían la Semana Santa y la Navidad. La Semana Santa era de mucha religiosidad; se comía más de lo acostumbrado porque los vecinos se intercambiaban comidas. No se podía escuchar risas ni manifestar alegría, porque era pecado. La carne no se consumía con frecuencia porque era una familia muy pobre; se bebía chicha y guarapo en toda ocasión.

Se trabajaba mucho y se obtenía poca ganancia porque no había intercambio de productos sino con los vecinos, pues el ánimo comercial no se daba, la ciudad y el pueblo quedaban muy distantes, los medios de comunicación estaban formados por pollinos y algunas mulas que transitaban por caminos de herraduras, vías estrechas y polvorientas que las hacían más difíciles y tortuosas.

La soledad en medio de una familia casi desconocida iba incrementando en Salvador la ilusión que había despertado una dócil y hermosa campesina……Vitalia. Amores iniciados entre matorrales alimentados por cartas, cuyas líneas eran garabatos apenas entendibles. ¡Llegó la hora de una organización definitiva! Blasina y Elías, padres de la joven veían esta unión con buenos ojos, por lo que fue celebrada con gran pompa, chicha, asado y abrazos de compadres; Blas, el papá de Salvador les cedió un pedazo de tierra, donde construyeron su hogar; era una casita de adobe, con pisos en tierra, algo oscura, donde se reflejaba la pobreza y mucho amor.

Igualmente, dicha vivienda no contaba con un cuarto de baño, tanto para ducharse, como para excretar los desechos humanos, entonces, esas funciones se ejecutaban detrás de unos matorrales aledaños al lugar.

Salvador, cansado de arañar la tierra, recibir poca recompensa y tener muchas responsabilidades, como la llegada de sus retoños: Olga, Elena, Emma y Edith, decide aventurar en otras labores: destapar vallados, construir casas, ser arriero y bueno…., la violencia entre liberales y conservadores da sus coletazos en el sitio.

¡Hay que estar preparados porque Salvador es liberal! Y los conservadores lo persiguen para matarlo así que…. _Estas noches_ dice el primo Rafael  _debemos llevar a los “chinos” a dormir en el monte para que no nos maten_. Así se hizo durante varios días. El frío de la noche calaba los huesos, los zancudos tenían su festín. Olga tenía pocas defensas, tosía mucho, había que taparle la boca para que esta no los fuera a delatar.

La gente dice que “llegó a Boyacá una empresa que necesita hombres para trabajar”. Inicia una gran batalla para abrirse campo entre la maraña laboral del momento.

Salvador y algunos de sus hermanos acuden al llamado. Son empleados en labores peligrosas, agotadoras e inhumanas por su poca protección pero… hay un “salario” el cual brindará una mejor calidad de vida a sus familias. Además, Salvador es un hombre robusto, recio y con buena salud.

Las tres primeras hijas de Salvador estudiaban en un colegio que se hallaba muy apartado del campo, entonces él desde muy pequeñas les inculcó el valor del “trabajo arduo” y del esfuerzo Pero, como la casa estaba localizada en una loma muy pendiente, ellas se vieron obligadas a desplazarse de su hogar al colegio y viceversa caminando, ya que el transporte de tracción mecánica hasta allá era imposible.

Transcurren 30 años de la vida de Salvador en la empresa “Acerías paz del Río”, combinados con labores ganaderas y agrícolas domésticas, con alegrías y esperanzas, logra educar a sus hijas, a pesar de ser un padre muy estricto y poco afectuoso con ellas; su responsabilidad sobresalió. Se presentan sinsabores, trabajo duro, gotas de sudor, hay que caminar mucho, la grasa se pega en su cuerpo y en sus ropas, pero bueno…. Llega al fin ¡su pensión de jubilación!

Hoy Salvador, mi abuelo, con sus 91 años sobre su cansado cuerpo aún recorre su terruño, mira con tristeza su derruida casa; Saluda con su mano callosa y su frente arrugada a muy pocos amigos como Aurora, Ramón y Rafael, quienes son de su época. Por su avanzada edad, ha sido necesario trasladarlo a una nueva casa de la ciudad. Aquí sus amorosas hijas, sus agradecidos nietos le brindan a él y a Vitalia el cariño y la ayuda que les deben. Su cuerpo no es el de antaño, pues se ayuda con un bastón, muy lentamente se desplaza, además, su visión está casi nula, pero repite con frecuencia los acontecimientos de hace 40 años, lo escuchamos con atención, en cada relato hay una enseñanza para nuestras vidas, inculcándonos a todos el valor de la honradez, del trabajo, la responsabilidad, el compromiso y el esfuerzo para alcanzar un mejor mañana.

Yo…… miro a mi abuelo Salvador: ¡cómo sigue dando la pelea para alcanzar la batalla contra un cáncer terminal que cada día va minando su vida!, a pesar de su diminuto cuerpo, dibujado en las sábanas, las enseñanzas son gigantes alcanzadas durante su longeva vivencia.

No se queja a pesar de que experimenta fuertes dolores. Quizás guarda la esperanza de que exista en el más allá un lugar donde pueda descansar en paz, satisfecho por haber cumplido con la tarea encomendada en esta tierra.

Paso mi mano por su cansada frente y pienso: _! Qué grande es Salvador! _

ADRIANA PATIÑO GUTIÉRREZ
CÓDIGO: 24167678

No hay comentarios:

Publicar un comentario